Consecuencias que tienen nuestras decisiones en la alimentación sobre los animales
This is a Spanish translation done by Gonzalo Rodrigo Ruiz of ACE’s page entitled “Effects of Diet Choices on Animals“.
Muchas organizaciones defensoras de los animales buscan reducir el sufrimiento animal y contrarrestar los prejuicios especistas convenciendo al público de que reduzcan individualmente el consumo de productos animales, especialmente de carne. Estas organizaciones usan una variedad de tácticas que parten de la premisa de que un mundo con más veganos, vegetarianos y semivegetarianos es un mundo mejor para los animales. Debajo, examinamos esta premisa a la vez que investigamos el resultado de suprimir los productos animales de la alimentación de cualquier persona.
- Sufrimiento animal como resultado de la alimentación estadounidense típica
- La estructura de la economía mengua el rol de la elección individual
- Las decisiones individuales en la alimentación también tiene un importante efecto en los animales
- La mayoría de la gente no sigue siendo vegetariana toda su vida
- Algunas personas se harían vegetarianas de todas formas
- Las intervenciones que resultan en cambios en la alimentación también tienen otros efectos
- Conclusión
- Recursos
Sufrimiento animal como resultado de la alimentación estadounidense típica
Nuestra sociedad ignora o se niega a conocer las distintas variedades del sufrimiento animal, muchas de ellas causadas directamente por los humanos. Quizás el ejemplo más claro es el sufrimiento que padecen los animales criados para el consumo de carne. La mayoría de los estadounidenses, incluso la mayoría de estadounidenses que se autodenominan vegetarianos, consume carne de forma regular. Como resultado, muchos animales sufren los procedimientos de esta industria hasta ser asesinados. Para entender los efectos de la intervención que cambia los hábitos alimenticios de los individuos, necesitamos entender cómo se asesinan muchos animales para convertirlos en nuestra comida.
El USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) recopila estadística, de manera imparcial y exhaustiva, sobre los mayores segmentos de la industrial de la agricultura animal y combinando estos datos con información sobre la población, podemos calcular cuántos animales terrestres se matan por persona cada año. Harish Sethu, de Contando Animales, lo ha llevado a cabo incorporando información de encuestas sobre el número de estadounidenses que siguen una alimentación vegetariana o reducida en carne para determinar cuántos animales se ven afectados específicamente por el consumo de carne medio de los estadounidenses que da como resultado un consumo diario, aproximadamente. Constataron que el consumo medio era de 30 animales terrestres por año, incluyendo 28 pollos.
Debido a que las estadísticas sobre animales acuáticos no son tan detalladas como las de los animales terrestres y a que los peces y el marisco de piscifactoría son alimentados básicamente de productos derivados de peces salvajes, es más difícil determinar a cuántos peces y mariscos les afecta la dieta estadounidense típica. El USDA reúne algunas estadísticas para peces de piscifactoría de EE.UU. que son similares a las de otros animales de explotaciones agrícolas; pero, como un 91% de los mariscos que se consumen en EE.UU. se producen en el extranjero, no son estadísticas tan representativas como las estadísticas de los animales terrestres. Sethu estima que el estadounidense medio consume algo más de un pez de piscifactoría al año, pero causa la muerte de unos 224 peces salvajes, o bien por el consumo directo, o bien por el pescado usado para alimentar a esos peces de piscifactoría. De manera similar, concluye que el estadounidense medio consume alrededor de 151 mariscos al año, mayormente gambas. ACE calcula que el estadounidense medio consume de 3.93 a 7.8 peces de piscifactoría al año y, que en total, causa la muerte de entre 46 t 79 peces. Además, ACE, mediante una metodología diferente y unos números mucho más conservadores, calcula que el estadounidense medio consume directamente unas 186 piezas de marisco anualmente, en su mayoría gambas.
Reuniéndolo todo, el estadounidense medio causa la muerte de entre 262 y 406 animales por año por el consumo de carne. Un estadounidense que coma huevos está afectando además a dos pollos, además de que hace falta una vaca lechera por cada 30 consumidores aproximadamente.1 En comparación, por cada 15 estadounidenses se mata a un animal o se usa en un laboratorio cada año. Incluso se matan menos animales por su piel anualmente: alrededor de uno por cada 100 personas. Se mata un número mayor durante la producción de los cultivos, pero, aun así, solo alrededor de un 0,3 estadounidenses al año sigue una dieta vegana (que es la forma de consumir la mayor cantidad de comida vegetal). En general, el consumo de carne representa un gran porcentaje de los animales a los que la sociedad humana perjudica. Los daños indirectos debidos al calentamiento global y la destrucción de hábitats pueden exceder estas consecuencias, pero la agricultura animal industrializada también contribuye significativamente a cambios medioambientales como estos.
La estructura de la economía mengua el rol de la elección individual
Las consecuencias en el mundo animal de las decisiones en nuestra alimentación normalmente son invisibles en nuestra sociedad. Un complejo aparato económico de tiendas, plantas de procesamiento de alimento y explotaciones granjeras se sitúan en medio del estadounidense medio y estas muertes causadas por sus elecciones alimentarias. Esto permite a la gente perpetuar el daño a gran escaña mientras se preocupan por animales que se pueden encontrar individualmente. También disminuye el efecto que tienen las opciones individuales en los animales de las explotaciones porque que una única persona elija no comer carne no elimina ningún animal de la lista del sistema de producción.
Algunos argumentan que las decisiones individuales no tienen un impacto real en los animales. El argumento lógico es que la decisión de no comer carne de una sola persona se verá ahogado incluso por el ruido aleatorio del supermercado local de ese individuo. Un consumidor menos en el mercado de perritos calientes no tendrá como consecuencia que el supermercado demande un número diferente de perritos calientes, por lo que el número que se seguirá produciendo y el número de animales perjudicados en el proceso continuará siendo el mismo.
Sin embargo, esta lógica pasa por alto el hecho de que mientras un consumidor no afecta al total de los pedidos del supermercado; ocasionalmente, el supermercado llegará a un punto en el que, con un consumidor menos en el mercado de perritos calientes, considere razonable pedir una caja menos. En este caso, el consumidor que ha parado de comprarlos afecta a la compra que realiza el supermercado en un número mayor del que, de otra manera, habría seguido comprando. Por esto, de media, una persona que deja de consumir carne debería esperar que su supermercado local reduzca estos pedidos según la cantidad que el consumidor consumía previamente, o reducir sus precios.
Ocurre un proceso similar entre el supermercado y su distribuidor, entre el distribuidor y las plantas de procesamiento de alimentos y entre esas plantas y los granjeros que crían a los animales. Aunque la cadena es larga y tiende a confundir el mensaje, cuando una persona para de comer carne, este cambio se recoge en el sistema. Al final, se crían menos animales.
Sin embargo, incluso si el sistema entero percibe la reducción en la demanda de los productos cárnicos, no tiene que traducirse en un descenso de la producción equivalente al número de productos consumidos anteriormente por estas personas que ahora son vegetarianas. Menos personas en el mercado cárnico conducen a un descenso de los precios, lo que causa que otras personas compren más carne. El descenso en los precios también reduce la cantidad de carne producida y consumida, pero no por tanta diferencia como realmente deberían reflejar este descenso en el número de consumidores del mercado.
Los economistas realizan estimaciones de cuánta carne se deja de producir por cada unidad que ya no se demanda cuando los consumidores abandonan el mercado por razones que no sean el precio. Esto se denomina factor de elasticidad acumulativa. Sus estimaciones normalmente dependen de la recopilación de información sobre el precio, la producción y el consumo en el mundo real; y crea un modelo económico para explicar lo que se ha observado. Por ejemplo, si una persona que normalmente come 10 perritos calientes al año decide dejar de comerlos y como resultado se producen 6 perritos calientes menos, el factor de elasticidad acumulativa que se observa sería de 0,6 o 6/10.
Las estimaciones de elasticidad de la carne en total no están disponibles aún. Esto se debe a que los economistas tienden a centrarse en segmentos de la industria menores; por ejemplo, en la ternera o el pollo. Incluso cuando están disponibles, tienden a variar ampliamente. Por ejemplo, las estimaciones de ACE del factor de elasticidad acumulativa del pollo varían entre el 0,06 y el 0,07. Nuestros cálculos de este factor para el pescado varían del 0,15 al 0,62.
Las decisiones individuales en la alimentación también tienen un importante efecto en los animales
Combinando los resultados de las secciones previas, concluimos que si una persona elige cambiar de una dieta estadounidense típica a una vegetariana, los resultados para los animales son evidentes.
Una persona que consume 30 animales terrestres menos por año da como resultado en una diferencia de entre el 1,8 y 21 animales menos explotados para el consumo humano. Usamos aquí, por simplicidad, la variedad elástica que se usa con los pollos. Un cálculo que se aplique de forma diferente para cada especie daría un resultado sumamente parecido, debido a que los pollos suponen la inmensa mayoría de animales terrestres asesinados cada año.
Una persona que consuma, directa o indirectamente, 232 peces y mariscos menos por año da como resultado un descenso de muertes animales de entre 35 y 144. Aquí usamos las estadísticas de consumo de ACE y, para simplificar, la variedad elástica para los peces.
Incluso con estimaciones conservadoras, salvar a 36 animales es significativo. Pero, desde luego, debemos tener cuidado con qué significa. A los peces y mariscos salvajes que se pescan, de algún modo, si están siendo salvados y pueden vivir sin que realmente interfieran los humanos. Estas vidas seguirían siendo cortas y conllevarían un sufrimiento considerable. Los animales domesticados tienen una experiencia diferente. La mayoría de ellos nacen por mediación humana para usarse como alimento. En algunos casos, si el mercado de ese alimento desaparece, los animales viven vidas más cortas seguidas de dolorosas muertes, porque los granjeros buscarán deshacerse de sus responsabilidades con el ganado. En la mayoría de casos, sin embargo, el mercado ni mucho menos desaparece de repente. En cambio, los animales restantes se venderán por precios ligeramente menores y, de alguna manera, se criarán menos animales para reemplazarlos. Los animales que se “salven”, sencillamente dejarán de existir. Como no podemos experimentar la inexistencia o existencia como si fuésemos pollos en esta industria, cabe considerar algunas dudas de si sería preferible para ellos o no. Sin embargo, dado el extremo y continuo sufrimiento que experimentan en la industria moderna, es plausible que no haber nacido sea una experiencia mejor.
La mayoría de la gente no sigue siendo vegetariana toda su vida
Hasta aquí, hemos enmarcado las consecuencias que tendrían los cambios en la dieta como resultados anuales. Aunque la mayoría de vegetarianos y veganos supera. En su lugar, normalmente, las organizaciones buscan cambiar la mentalidad y la dieta con un único contacto o mediante diversos contactos repetidos durante un corto periodo. Después, esperan que la gente a la que han llegado sigan siendo vegetarianos o veganos o incluso pasen a ser activistas de los derechos de los animales; pero, por lo general, no saben si esto se cumple o no tienen mucha influencia al respecto. Como tal, las intervenciones no producen realmente vegetarianos que no consuman animales durante un año entero, sino vegetarianos que deciden serlo por un tiempo. En principio, debería conducir a algún número de vegetarianos anuales y este número oscilaría por las intervenciones de las organizaciones vegetarianas.
En realidad, diversos estudios sugieren que los vegetarianos, de media, siguen siendo vegetarianos durante un periodo que varía entre los 3.4 y los 7.4 años. Ninguno estudio se diseñó de manera ideal. Ninguno sigue a una población base de nuevos vegetarianos después de la intervención. Tampoco eligen al azar entre la población para preguntar a aquellos que han sido vegetarianos durante cuánto tiempo siguieron esta opción. Por lo que podría entenderse que la población involucrada en estos estudios era vegetariana durante un periodo inusualmente corto o largo. También, como los estudios no indagan a fondo en qué razones han llevado a esas personas a ser vegetarianas, no podemos usarlos para averiguar qué intervenciones han tenido un impacto más duradero.
Sin embargo, podemos estar relativamente seguros de que la mayoría de intervenciones que desencadenan la conversión al vegetarianismo durante menos de un año, dan como resultado vegetarianos que, de media, mantienen su decisión durante más de año. Por cada persona que declara que ha dejado de consumir carne, pescado y marisco, las organizaciones pueden esperar que se salven, al menos, 36 animales y unos 223 más probablemente. Aunque no pueden esperar que los nuevos vegetarianos continúen salvando 36 animales al año durante el resto de su vida.
Algunas personas se harían vegetarianas de todas formas
La gente ajusta su dieta regularmente por razones que no están necesariamente relacionadas con ninguna intervención específica ni con una concienciación del derecho animal. Algunos grupos son especialmente propensos a cambiar sus hábitos alimenticios debido a preocupaciones por su salud o el medio ambiente, o sencillamente por cambios en circunstancias de la vida. Particularmente, cuando las intervenciones se dirigen a estos grupos (como cuando tienen deliberadamente como objetivo mujeres jóvenes por presentar un índice de vegetarianismo mayor), no todos los cambios se pueden atribuir a la intervención. Algunos ocurrirían de todas formas.
La mejor manera de compensarlo en nuestras estimaciones sobre la efectividad de las intervenciones es usar un grupo de control para determinarlo.
Si algunas personas incluidas en ese grupo de control comen menos carne, el mismo porcentaje de gente que haya sido objeto de la intervención habría llevado a cabo, probablemente, los mismos cambios, aunque no hubiese sido objeto de la intervención. Si un grupo de control no está disponible, debemos usar otras fuentes para estimar el impacto observado que se debe simplemente a las tendencias generales.
Las intervenciones que resultan en cambios en la alimentación también tienen otros efectos
En muchos casos, las intervenciones que provocan que mucha gente se haga vegetariana tienen otros efectos que serían más difíciles de medir. Si los argumentos que se dan para este cambio se centran en ideas como los derechos de los animales, se puede esperar, razonablemente, que extiendan la incomodidad por el uso de animales para beneficio de los humanos. En función de la fuerza del mensaje, puede que algunas personas se convenzan de participar en alguna forma de activismo, desde la trasmisión de nuevas ideas a sus amigos y familia hasta unirse a organizaciones que trabajan en ayuda de los animales. Como es difícil rastrear la difusión de ideas y actitudes, las intervenciones que difunden tanto cambios en la dieta como cambios ideológicos puede que generen un impacto más evidente en la alimentación, además de ser útiles para extender estas ideas.
Los individuos que no cambian sus hábitos alimenticios puede que también experimenten cambios en sus ideas y actitudes. Algunas encuestas han demostrado que la gente que se hace vegetariana por una razón principal, también acaba añadiendo otros argumentos a favor del vegetarianismo: un vegetariano sano puede llegar a ser más empático con los argumentos a favor del bienestar animal y un vegetariano que cree en los derechos animales puede llegar a creer que ser vegetariano tiene beneficios para la salud.2 Esto, especialmente para la gente que ha decidido hacerse vegetariana por razones que no están directamente relacionadas con los animales, está corroborado por estudios de laboratorio que muestran que la gente atribuye menos peso emocional y moral a los animales cuando son descritos como comida o cuando esperan comer carne pronto.
Los cambios de actitud pueden no ser completamente positivos aun así. Si los vegetarianos sienten que ya están trabajando para ayudar a los animales simplemente renunciando a comer carne, serán menos propensos a tomar otras acciones más efectivas. El apoyo a esta preocupación, sin embargo, es limitado. Algunos estudios en otros contextos han sugerido que cuando las personas han fijado su identidad moral, son menos propensos a tomar más medidas. Sin embargo, otros han mostrado lo contrario. El impacto parece depender en gran parte de factores contextuales específicos y, sin indagaciones específicas, es imposible saber qué situación es más veraz para los vegetarianos y los potenciales activistas.
Conclusión
Cambiar la manera de comer de la gente es, en muchos casos, un camino muy rentable para ayudar a los animales a corto plazo. En cambio, los efectos directos de estas intervenciones no son permanentes en muchos casos. Además, aunque estos efectos son más fáciles de medir que los efectos indirectos, no son tan fáciles de medir como puede aparecer en un principio. Probablemente, las consecuencias indirectas también estarán presentes e incluso puede que sean más duraderas, aunque es mucho más complejo medirlas.
Resources
ACE. (2014). Cálculo de la pesca y consumo. [En inglés]
ACE. (2014). Recaídas de las personas vegetarianas. [En inglés]
Sethu, H. (2011-2013). Contando Animales. [En inglés]
Norwood, L.B. & Lusk, J.L. (2011). Compassion, by the pound: The economics of farm animal welfare. New York, NY: Oxford University Press USA.
Cooney, N. (2013). Veganomics:The Surprising Science on What Motivates Vegetarians, from the Breakfast Table to the Bedroom. New York, NY: Lantern Books. See especially chapter 7.